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La frase...

"Te lamentas continuamente de cosas que dejaste de hacer o que hiciste mal en el pasado, como si eso sirviera ahora de algo. ¿Por qué no te perdonas y aceptas que hiciste lo mejor que sabías en cada momento y lugar?, tienes derecho a evolucionar."

jueves, 25 de octubre de 2012

La canción del corazón.

No me cabe concebir ninguna necesidad tan importante durante la infancia de una persona que la necesidad de sentirse protegido por un padre.
Había una vez un hombre que se casó con la mujer de sus sueños. Con su amor ambos crearon una niñita, pequeña y alegre, a quien el gran hombre amaba mucho. Cuando ella era muy pequeña él solía levantarla, entonaba una melodía y bailaba con ella por la habitación diciéndole: te amo mi niña.

La niñita fue creciendo, y el hombre la abrazaba y le decía: te amo mi niña.
Ella se enfurruñaba y decía: ya no soy una niña.
Entonces el hombre se reía diciendo: para mi siempre serás mi niña.

La niña, que ya no era una niña, se fue de casa para descubrir el ancho mundo. A medida que se conocía mejor a si misma, conocía mejor al hombre. Entendía que él era verdaderamente grande y fuerte, porque ahora reconocía sus virtudes. Una de ellas era la capacidad para expresar su amor a su familia. No importaba donde estuviera ella en el mundo, él la llamaba y le decía: te amo mi niña.

Llegó un día en que la niña que ya no era niña recibió una llamada. El gran hombre estaba enfermo, le dijeron que había tenido un ataque y estaba afásico. Ya no podía hablar y no estaba seguro de que entendiera lo que se le decia. Ya no podía sonreír, ni reír, ni andar, ni danzar, ya no podía expresarle su amor a la niña que ya no era niña.

Entonces regresó al lado del gran hombre, cuando entró en la habitación y lo vió, le pareció pequeño y nada fuerte. Él la miró e intentó hablar, pero no pudo. La niñita hizo lo único que podía hacer; Se tendió en la cama junto al gran hombre, las lágrimas brotaban de los ojos de ambos, y ella abrazó sus hombros paralizados.

Con la cabeza apoyada en el pecho del enfermo, ella pensó en muchas cosas. Se acordó de los momentos maravillosos que había pasado juntos, y de cómo siempre se había sentido protegida y amada por el gran hombre. Sentía dolor por la pérdida que habría de soportar, por las palabras de amor que la habían reconfortado; Y entonces oyó en el pecho de él el latido del corazón, el corazón donde habían vivido siempre la música y las palabras. El corazón seguía latiendo tercamente, despreocupado del daño que sufría el resto del cuerpo. Y mientras ella descansaba se produjo un momento mágico, ella oyó lo que necesitaba oír. El corazón iba latiendo las palabras que la boca no podía pronunciar...

Te amo mi niña, te amo mi niña, te amo mi niña ...

Y se sintió consolada.

(Por Patty Hansen, extraído de "caldo de pollo para el alma.")

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