Solemos pensar que lo bueno, siempre dura muy poco, y a penas nos queda tiempo de disfrutarlo, pero esta realidad es así, porque nosotros lo hemos creído y querido.
Recuerdo que de pequeña, mi mamá solía llevarme a almorzar a una cafetería que quedaba en un centro comercial muy conocido en mi país; Esta cafetería era sumamente popular por sus postres y cafés, y no necesariamente por sus platos fuertes; La mayoría de niños alucinaban pidiendo porciones de pastel con chocolate, fresa, caramelo, donas rellenas, y una infinidad de comidas repletas de azúcar. Aunque a mi también me gustaban mucho estas cosas, siempre que tenía la oportunidad de ir y ordenar algo en dicha cafetería, pedía lo mismo: un croissant de jamón y queso. Era probablemente de lo más sencillo que había en la cafetería, sólo se trataba de dos mitades de pan en forma de media luna, rellenas de queso, jamón, tomate, lechuga y aderezo, eso era todo, pero para mi era comida de dioses; Aún hasta el día de hoy sigo disfrutando mucho de esos croissants.
Una tarde estábamos con mi mamá precisamente en esa cafetería, tendría yo unos siete u ocho años quizá; Ella tomaba un café con una dona, y yo estaba encantada, comiendo mi croissant. Mi mamá me miraba, muy fijamente, y en cierto momento me preguntó:
- ¿Por qué das mordidas tan pequeñas y comes tan lento? ¿acaso no te gusta?
Creo que jamás me había percatado de que me comía extremadamente lento esos croissants, quizá era subconscientemente, pero en definitiva no era porque no me gustara, al contrario, lo disfrutaba tanto que deseaba que esa delicia jamás terminara, y comiendo lento, extendía mi placer. Claro, eso sólo lo entendía yo de pequeña, para los demás significaba que probablemente no me gustaba aquél platillo, y me veía forzada a comerlo de mala gana. Incluso hoy, cuando algo me gusta, ya no tengo aquella paciencia que tenía de niña, simple y sencillamente trago, y a penas me tomo el tiempo de disfrutar lo que ingiero.
¿Se han dado cuenta de que cuando algo nos encanta demasiado, solemos "atragantarnos" con ello?, y no sólo me refiero a las comidas, aunque es un magnifico ejemplo. Lo mismo pasa con las relaciones, cuando disfrutamos de una, estamos tan entusiasmados, que solemos desgastarla demasiado rápido, en vez de tomarnos nuestro tiempo, y disfrutarla lentamente, dejarla crecer a su paso, y convertir el sentimiento en algo duradero, y no pasajero.
Los seres humanos muy pocas veces solemos controlar nuestros impulsos, solemos caer fácilmente en el salvajismo, y todo aquello que nos gusta suele ser víctima de ese salvajismo que nos caracteriza.
Solemos pensar que lo bueno, siempre dura muy poco, y a penas nos queda tiempo de disfrutarlo, pero esta realidad es así, porque nosotros lo hemos creído y querido, así acostumbramos a actuar, impulsivamente, aceleradamente... pareciera una carrera, pero en realidad, nadie nos va persiguiendo ni apresurando.
"Todo lo que sube, tiene que bajar", es un dicho muy popular, pero me pregunto, ¿por qué las cosas tienen que estar o muy arriba o muy abajo? ¿por qué no puede haber un punto medio? en el que se nos permita disfrutar a plenitud de las cosas, las personas, las vivencias y los sentimientos, en donde el tiempo hasta cierto punto se suspenda, en el que vivamos sin prisas, y podamos ser como un niño, que saborea profunda y lentamente cada mordisco que le pega a su croissant favorito.
Sería lo ideal, y no creo que sea tan utópico como suena, siempre he pensado que imposible es una palabra que el ser humano inventó, como consecuencia de su cobardía, y el miedo a enfrentarla; Siempre he pensado que la fuerza radica en la voluntad, y que mientras se tenga voluntad, todo se puede lograr. Sólo es cuestión de proponernos no caer en la aceleración de la vida, que nuestras sociedades nos inculcan, es cuestión de proponerse vivir a nuestro propio ritmo, nadar contra la corriente, ser felices, le duela a quien le duela.
-AdriannaRossi-