Regresa a mi, querido amigo.

Los verdaderos amigos somos pacientes, no vamos a ninguna parte, siempre estamos ahí, esperando a que nos recuerden, esperando a que nos busquen.

Entristece ver como con el paso del tiempo personas a las que aprecias mucho se van perdiendo en el camino, tomando malas decisiones, juntándose con malas "amistades",  adoptando creencias y costumbres que simple y sencillamente no les llevarán a nada bueno.

Es difícil entender el por qué... dicen sentirse solos, y a causa de esa soledad se excusan, excusan haber buscado compañía y refugio en esas personas y esas creencias, todo por la maldita soledad, todo por huir de ella.  No entiendo a que se refieren, ¿de qué soledad me hablan? ¿acaso estuve pintada de transparencia durante todo este tiempo? ¿mi amistad no vale nada? Duele, y mucho.

Y es que los verdaderos amigos siempre estamos ahí, aunque nos quieran ignorar y dejar en el olvido, aunque pretendan que ya no existamos, y nos volvamos una especie de ladilla, una plaga a la que se debe exterminar, pero no, la sincera y verdadera amistad difícilmente se apaga.  A veces nos condenan a no ser más que testigos de la perdición en la que poco a poco esas personas van cayendo, la mediocridad y el poco amor que sienten por si mismos, pero no queda más que observar, esperando a que más tarde que temprano esas personas a las que tanto queremos recapaciten, y vuelvan aquí, a la seguridad y el buen abrigo de quienes verdaderamente les amamos y buscamos lo mejor para ellos.

No nos hemos convertido en "amigos aburridos", tampoco pretendemos jugar el rol de padres o tutores... pero sí, es cierto que los cuidamos, porque uno cuida a quién ama, y para eso están los amigos verdaderos, para cuidar y aconsejar, para reprender cuando sea necesario, para levantar al que cae, para velar por su bien.

Los verdaderos amigos somos pacientes, no vamos a ninguna parte, siempre estamos ahí, esperando a que nos recuerden, esperando a que nos busquen, tenemos servidos consejos, aliento y abrazos, ya listos para entregar de corazón.

No, las cosas no han cambiado tanto como crees, quizás un poco, pero nada que no se pueda remediar. El tiempo perdido se recupera, pongámonos al tanto de nuestras vidas y recuperemos aquellos bonitos días en los que reímos, lloramos y jugamos juntos, en los que íbamos por la vida, aprendiendo y creciendo, paso a paso, sin carreras ni prisas. Recordemos esos tiempos en los que creímos, amamos y servimos a un Dios, en los que anhelamos descubrir el propósito que ese Dios tenía para nuestra vida... volvamos a esos días, por favor. 

Llámame, búscame, que al igual que Dios, mi amistad te está esperando, de brazos abiertos, sin resentimientos ni reclamos... no te juzgaré, lo prometo.

-AdriannaRossi-