Yo no te olvido.

Tengo que aprender a soltar, no aferrarme a imposibles, dejar de luchar intentando reconstruir un castillo de arena que las olas ya se tragaron.

¿Recuerdas aquellos días en los que nos paseábamos por el mundo de la mano?, sin que nada más importara, nos resbalaba lo que decía la gente... eramos tú, yo, y nuestra creciente amistad, que poco a poco parecía irse tornando en amor. 

Pasábamos horas y horas riendo, con las tonterías y ocurrencias del otro. No habían silencios incómodos, era imposible sentirnos incómodos si se trataba de nosotros dos... eramos como una sola persona. Tú callado, tímido, poco expresivo, y yo, extrovertida, imparable, divertida y temeraria. Eramos polos completamente opuestos, cualquiera lo notaba, pero eso no importaba, tú eras mi mejor amigo, mi compañero de siempre... y yo siempre estaba para ti.

¡Nos metimos en mil problemas! vivimos mil y una aventuras... cruzamos medio país juntos, o por lo menos así lo pareció. Amaba hacerte rabiar, no sé por qué... la manera en la que tu rostro se tornaba rojo como un tomate, a veces por los enojos, otros por las vergüenzas, disfrutaba mucho eso. Sí, me volvía insoportable, pero tú dulce y cariñosamente, me soportabas.

Vimos pasar juntos primaveras, otoños, inviernos y veranos... una y otra vez. Nada nos separaba, nada cambiaba, y poco a poco crecíamos juntos, eso en apariencia, porque por dentro, éramos los niños de siempre, los chiquillos que jugaban a enamorarse, los chiquillos que vivían la vida, cada día como una nueva aventura, jamás dejábamos de descubrir el mundo, jamás dejábamos de maravillarnos con el.

Odiaba llorar en tu presencia... y es que yo siempre fui fuerte, inquebrantable, no me gustaba demostrar mi debilidad, sin embargo tú comprendías, no me juzgabas, y cuando ya no podía más, te quedabas apoyándome en silencia, cuidándome, y sufriendo conmigo. Eras el paño de lágrimas perfecto, no intentabas consolarme con palabras vacías, que ya se esperan, tú lo sabías, sabías que nada de lo que dijeras me podría calmar, porque simple y sencillamente no pasabas por lo mismo, no podías pretender comprenderme. Sabías que lo que necesitaba en esos momentos era un abrazo en silencio, no palabras fingidas.

¿Qué fue lo que nos pasó? nunca logré terminar de entenderlo. Quería creer que sería para siempre... no esperaba que fueras el amor de mi vida, tampoco mi alma gemela, pero juro que quería con todas mis fuerzas conservar tu amistad. Aún hasta el día de hoy, me aferro  a esa tonta idea, de que quizá tu sientas lo mismo, de que quizá las cosas vuelvan a ser como antes, pero en mi interior, la parte más razonable de mi sabe que eso no pasará.

Siempre deseé lo mejor para ti, pero también fui muy egoísta, quería retenerte, aunque sea conservar una pequeña parte de ti, que fuera más que recuerdos... no se pudo. Tengo que aprender a soltar, no aferrarme a imposibles, dejar de luchar intentando reconstruir un castillo de arena que las olas ya se tragaron. Pero ¿por qué duele tanto aceptarlo? no sé porque me cuesta tanto. Quizá porque fuiste una de esas pocas, y contadísimas personas a las que he querido de verdad... pero las cosas cambian, siempre cambian.

Sólo quiero que sepas una cosa... y es que aunque la distancia nos separe, y los años transcurran, te guardaré siempre en un rinconcito muy especial de mi corazón, te recordaré con muchísimo cariño, porque a base de actos, te lo ganaste.  Nunca dejaré de pensar de ti, con el tiempo me dejará de doler tu olvido, tu ausencia y tu indiferencia, eso sí... yo ya seguí adelante con mi vida, a mi me va bien, pero en mi corazón te cargo, y sé que siempre viajarás conmigo, querido amigo.

-AdriannaRossi-