"Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del sol, tiene su hora." Eclesiastés 3:1
Tantas veces a lo largo de mi vida me repitieron la típica frase: "todo tiene su tiempo." Probablemente siempre creí entender lo que me decían, muchas veces lo acepté, pero muchas más lo tomé como una excusa que los demás me decían para frenar mis intentos de conquistar mis sueños y volar alto. Probablemente fué hasta este día que comprendí la complejidad y gran verdad que se esconde tras este dicho.
Es cierto que todo tiene su tiempo justo e indicado. Así como existe una hora establecida para dormir y otra para despertar, así como organizamos nuestras comidas del día, y nuestras responsabilidades, el destino también tiene su propia agenda, y aunque suene frustrante, nosotros no podemos hojear lo que nos tiene preparado.
Pasamos tanto tiempo anhelando las cosas que no podemos tener, nos frustramos y enojamos, nos torturamos deseando cosas que por el momento quizá sean imposibles, y el destino que se caracteriza por la ironía, siempre termina dándonos aquello que tanto soñamos cuando nos aburrimos de esperarlo.
La vida tiene un ciclo, un maravilloso, incomprendido, pero justo y exacto ciclo; Nada en nuestra vida pasará sin una razón específica. Al final nos daremos cuenta de que la espera siempre termina valiendo la pena.
Ahora me doy cuenta de que si antes hubiese seguido mis impulsos y hubiera ignorado las palabras de quienes me amaban, probablemente estaría hundida, perdida, sin nada ni nadie. Probablemente hace mucho que me hubiese dejado consumir por los vicios, probablemente las malas amistades me hubieran arrastrado a un callejón sin salida...
Muchas veces anhelé huír de casa, escapar lejos con mis amores, y vivir la vida a mi manera: sin pensar, sólo dejándome llevar, disfrutando el momento sin preocuparme por el mañana.
Muchas veces pretendí saberlo todo, pretendí ser invencible, ser omnipotente. Muchas veces me creí más lista que mi madre, me pensé autosuficiente. Muchas veces de verdad sentí que "no necesitaba de nadie."
¡Cuantas veces me dieron ganas de dejarlo todo!, los estudios, la familia, las ambiciones de un buen futuro... quise escapar de las responsabilidades, de las expectativas que los demás tenía hacía mí. Quisé morir, por pura y simple cobardía. Le temí a la adultez, a las responsabilidades que implicaban vivir en este mundo tan pautado y medido. Temí no ser suficiente, no poder con todo. Desconfié de mi, no me creí capaz. Quise dejarme morir, quise esconderme del mundo, huír lejos, no importaba adónde siempre y cuando fuera lejos.
Quizá fue suerte o verdadera bendición, pero por alguna razón, pese a tanto querer nunca me alejé del buen camino... obedecí, escuché a mis padres, a las personas que me querían.
Ahora estoy aquí, con una carrera universitaria que me encanta, rodeada de buenas amistades, de una familia que me apoya incondicionalmente, y un novio que me ama y me cuida siempre. Estoy aquí, tejiendo planes para mi futuro, pensando en un matrimonio, en búsqueda de un trabajo, adquiriendo nuevos conocimientos día con día... estoy aquí, convirtiéndome en eso que exactamente todos querían que fuera: una mujer realizada y correcta, una profesional, una esposa, una madre...
Sí, quiero obtener mi título universitario, trabajar día con día, casarme con el hombre al que amo, comprar nuestra casa, tener hijos... eso tan típico es lo que ahora ha tomado la forma de mi felicidad; Podrá sonar a conformismo, pero sin darme cuenta terminé enamorándome de lo que los demás querían que fuese, pero puedo decir con toda la certeza del mundo que es por mí, no por nadie más, ¡yo lo quiero, yo lo anhelo, yo lo sueño!.
Aveces la mejor de las decisiones es simplemente someterse, escuchar a los demás... madurar toma su tiempo, y mientras no estemos seguros de que ya lo hemos hecho, más nos vale ignorar nuestros impulsos, y seguir con lo pautado por la sociedad. Es fácil salirse del camino, es fácil equivocarse, pero es todavía más fácil mantenerse a salvo, basta con escuchar a nuestros padres y no salir de casa.
Hace tres años le dije a gritos a mi madre que ya no la soportaba, que quería irme lejos y no volverla a ver; Le dije que estaba enamorada, que me quería casar y que iba a estar bien, que no la necesitaba. Mi mamá no me tomó en serio, sólo cayó y esperó a que la rabieta se me pasara. Me enojé, me sentí humillada... es terrible que te ignoren, que te traten como a una niña y no tomen en serio tus palabras. Ahora comprendo que para ese entonces verdaderamente era una chiquilla y actuaba como tal.
Ahora hablo con mi madre... le hablo de hacer mi vida, de casarme y tener mi propia familia, y ella me escucha. Escucha a su hija hablándole como una mujer, con los pies puestos en la tierra. Mi madre me escucha, y me apoya.
La vida tiene su ciclo, y para cada cosa hay un tiempo... Y al final de esos tiempos, lo que verdaderamente importa es que podamos leer la historia de nuestra vida y nos sintamos satisfechos con ella.
Pese a tantos tropiezos y dudas, aquí voy... por el mejor de los caminos.
-AdriannaRossi.-